Soy maestro

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

De la culpa a la responsabilidad compartida. Santos Guerra, M.A..


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  1. Hace unos meses la Facultad de Medicina de Buenos Aires hizo un examen de ingreso a 1227 aspirantes. El resultado fue que los 1227 suspendieron y, en consecuencia, se les negó el acceso a los estudios de Medicina. La explicación que dieron los examinadores a través de la prensa (y a todo el que quiso escucharles), fue que el nivel que tenían los aspirantes era muy bajo. Estaban muy mal preparados. Ni una sola pregunta sobre el rigor y la pertinencia de las pruebas, sobre los criterios de la corrección o, lo que es más sorprendente, sobre la descoordinación entre el nivel previo y el universitario que había provocado un fracas de tamaña envergadura. Una cosa es la comprobación del aprendizaje (de por sí tan problemática) y otra la atribución de las causas, frecuentemente tan interesadas como gratuitas. ¿Por qué les dijeron a los alumnos que iban bien y ahora les dicen que van mal? ¿Qué les ha pasado?
  2. Lo que no quiere saber la Facultad de Medicina es que, quizás, al terminar su paso por ella, el aprendizaje realizado por los alumnos en sus aulas sea considerado de escasa calidad por una instancia diferente que comprueba si esos estudiantes, que han terminado con éxito su curriculum universitario, están preparados para ejercer la Medicina. Han tenido buenas notas en la Facultad pero luego les dicen que no son aptos para el ejercicio profesional. Es decir, que no tienen el nivel necesario. Que están mal preparados.
Si hubiéramos tenido la oportunidad de preguntar a los profesionales del nivel anterior al universitario por ese fracaso que les atribuyen los examinadores de la Facultad de Medicina, es probable que hubieran dicho que ellos no tenían la culpa porque el problema radicaba en la etapa previa Los alumnos habían llegado mal preparados del nivel anterior. Ahí estaba el verdadero problema. Y así sucesivamente hasta llegar a la primera de las etapas del sistema educativo. Quizás alguien de esta etapa podría achacar la causa del retraso de los escolares al hecho de que los niños vienen mal preparados de sus casas. Los padres, por su parte, podrán decir que el trabajo de ginecólogos y comadronas es deficiente y éstos (y éstas) atribuir la torpeza de los escolares. a la mala calidad de los espermatozoides. Los espermatozoides, si pudieran, dirían que la contaminación y las malas condiciones de vida son la causa de su falta de fortaleza y movilidad.
En definitiva, que nadie tiene la culpa de nada. “No es culpa nuestra”, sería la frase más repetida en cada nivel. Nosotros lo hacemos muy bien. El problema está en otra parte. El problema ya venía de antes.
La cadena de exculpaciones hace que se vaya transfiriendo la responsabilidad, de arriba hacia abajo casi siempre, hasta llegar a la pieza más frágil del sistema. Este hecho está cargado de irracionalidad en las explicaciones y de injusticia en las consecuencias. Tiene mucho que ver con los abusos inherentes al poder.
Nadie tiene la culpa de nada. La culpa está en la deficiente tarea que realizan quienes nos han precedido. Los niveles son cada vez más bajos y la preparación cada día más deficiente por culpa de los demás, por culpa de quienes nos preceden. ¿Cómo mejorar? La solución está clara: que mejoren los otros, que se esfuercen ellos.
Quiero compartir con el lector una elocuente metáfora que algún docente me regaló en no sé qué lugar y momento. Una metáfora que explica de forma clara la idea que aquí estoy planteando.
Se estaba promoviendo la exportación de artículos colombianos de cuero a Estados Unidos. Un investigador extranjero de la firma Monitor recibió el encargo de analizar el problema. Decidió entrevistar a los representantes de dos mil almacenes de Colombia. La conclusión de la encuesta fue determinante: los precios de tales productos son altos y la calidad baja.
El investigador se dirigió entonces a los fabricantes para preguntarles sobre esta conclusión. Recibió esta respuesta: “no es culpa nuestra. Las curtidurías tienen una tarifa arancelaria de protección del quince por ciento para impedir la entrada de cueros argentinos”.
A continuación le preguntó a los propietarios de las curtidurías y ellos contestaron: “no es culpa nuestra. El problema radica en los mataderos, porque sacan cueros de mala calidad. Como la venta de carne les reporta mayores ganancias con menor esfuerzo, los cueros les importan muy poco”.
Entonces el investigador, armado de toda su paciencia, se fue a un matadero. Allí le dijeron: “no es culpa nuestra. El problema es que los ganaderos gastan muy poco en venenos contra las garrapatas y además marcan por todas las partes a las reses para evitar que se las roben, prácticas que destruyen los cueros”.
Finalmente, el investigador decidió visitar a los ganaderos. Ellos también dijeron: “no es culpa nuestra. Esas estúpidas vacas se restriegan contra las alambres de púas para aliviarse de las picaduras”.
La conclusión del consultor extranjero fue muy simple: “los productores colombianos de carteras de cuero no pueden competir en el mercado de Estados Unidos porque sus vacas son estúpidas”.
El resultado de las exculpaciones descendentes es que la responsabilidad única de los fracasos acaba recayendo en las piezas más débiles del sistema. No es casual. Son las que tienen menos posibilidades de defenderse. La soga se rompe por la parte más débil.
¿Cómo se exigen responsabilidades de abajo hacia arriba? Es más fácil hacerlo en el sentido contrario. Por eso suele atribuirse la culpa de los fracasos a quien tiene un rango inferior en el escalafón: en política a los ciudadanos, en la escuela a los alumnos, en el ejército a los soldados, en la empresa a los trabajadores, en medicina a los pacientes, en la familia a los niños…
No quiero sentar a nadie en el banquillo. La llamada que deseo hacer en estas líneas es a la necesidad de hacer autocrítica y de someterse a la crítica externa para poder mejorar lo que se hace. El reparto de las causas de los problemas a instancias ajenas (casi siempre inferiores en jerarquía) hace que nadie acabe comprometiéndose con la mejora de lo que hace. Los culpables son los otros, son los de abajo. Si las vacas son estúpidas, ¿qué podemos hacer los economistas, los comerciantes, los ganaderos y los matarifes…? Que las vacas sean más inteligentes y todo estará solucionado.

6 comentarios:

  1. El único problema que hay , es que la gente tiene el prejuicio de que si algo no sale bien, es por culpa de alguien siempre, ¿si llueve es culpa de mi jefe que me a echado la bronca? Tenemos que tener los pies en la tierra, y no echarle la culpa a la vaca porque sabes que no te va a contestar, mejor tengamos consciencia de que no todo puede salir perfecto, que siempre hay alguien por encima de nosotros y que es más útil esforzarse por mejorar y actuar que decir "no es mi culpa" , mejor intentarlo y fallar, que quejarse e ir " un pasito palante....un pasito patrás"

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  2. Como bien aparece en el articulo, siempre se le atribuye la culpa a alguien que es inferior en cuanto a jerarquía. Y esto nos pasa por el "miedo" a reconocer que nos hemos equivocado. Desde pequeños nos exigen hacer todo lo mejor posible o perfecto, desde los ejercicios que nos mandan hacer en casa hasta cualquier actividad extraescolar.
    Vivimos en una sociedad competitiva, donde tenemos que hacer las cosas perfectas, aunque se pise a cualquier persona.
    Deberíamos tomar conciencia de las responsabilidades que tenemos, y aceptar los errores que cometemos, para mejorarlos. Hasta que esto no pase seguiremos igual, culpando al otro de nuestros errores.

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  3. Cuanta verdad!!! Somos incapaces de admitir y afrontar nuestros errores. Será que resulta más fácil echarle la culpa a otras personas, el llamado "pasarle el muerto a otro", pero, en realidad, no nos paramos a pensar en lo que puede repercutir ese acto en la vida de otras personas. Nos podría valer este artículo para reflexionar sobre esto, afrontar los problemas e intentar solucionarlos entre todos. Nos sentiríamos mejor con nuestra persona.

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  4. Clara denuncia a una sociedad regida por la mítica frase"es culpa de ..." que resplada a mas de uno y un arraigado conformismo que llevamos pegado al trasero desde tiempos inmemoriales... (si estoy bien asi para que moverme? Pudiendo estar mejor) es tan facil culpar a otro como lo es decir que la culpa es de todos. Si no se actúa, por mucha indignación que se muestre de nada sirve. Las palabras se las lleva el viento, pero con los actos de peso no puede . Sino existe movimiento...poca solución habrá. No obstante, antes de todo movimiento se ha de hacer llegar el mensaje al mayor número de personas posibles. Cuando uno investiga y descubre tiene la obligación de comunicarselo a los demas, como bien viene reflejado el la alegoría del mito de la caverna. (Para las pocas teorias en las que Platón acertó, podriamos tenerlo en cuenta.) Así toda acción tendra mayor repercusión y el resultado sera ciertamente mas fructífero.
    Ahora que hemos abierto los ojos , ahora que hemos despertado, es hora de actuar!.

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  5. Echarle la culpa a otro, algo que en esta sociedad está mas que visto.
    Todo el mundo prefiero decir, yo no tengo la culpa, la culpa es de... que de afrontar que la culpa el suya, y así en todos los lugares. En la escuela se ve, cuando los resultados de los examenes no son todo los satisfactorios que deberían de ser, ¿a quien se les echa la culpa? A LOS ALUMNOS, no al profesor porque quizás no ha explicado el tema de forma que sus alumnos lo entiendas, o porque no se haya preocupado de los alumnos que no entendían el temario.La culpa es para los alumnos, o porque son flojos, o porque no han estudiado lo suficiente.
    La culpa en realidad es de todos,pero nadie lo admite, deberíamos admitir nuestros errores, y aprender de ellos, porque nadie es perfecto y todos cometemos fallos, pero hay que asumirlos y no echarles la culpas a los demás.

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  6. En total acuerdo con este artículo, pues esto dejando un momento en ámbito educativo y centrandonos en lo general siempre pasa lo mismo cuando algo fracasa o no funciona como lo esperado unos se echan la culpa a los otros; como cambiarían las cosas si todos reconocieran sus errores , en vez de echar los muertos a otros.
    En definitiva, volvienta al tema que nos ocupa, como hemos dicho muchas veces si las cosas no funcionan que mejor que nuestros "representantes" hicieran lo que deben, y es, escuchar la voz del conjunto de la sociedad desde los docentes hasta los alumos y padres.
    Lo que no se puede permitir es titular a profesinales no capacitados, seguir con leyes que no funcionan como deben y dejar de involucionar.
    Son muchas las carencias del sistema educativo y lo que considero que se debe hacer es sentarse, reflexionar pensando en que es lo mejor para los alumnos, dejando de lado lo económico.
    Pues invertir en edicación y sanidad, es invertir en una España mejor; aunque se han cometido muchos errores no podemos olvidar que estamos ante la generación mejor preparada y aunque tenemos muchas carencias como conjunto, en el extranjero se sigue apostandopor profesionales españoles y por algo sera; noo??

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